Un nuevo estudio del Instituto Karolinska de Suecia revela que niveles altos de ácidos grasos omega 3 en niños de 8 años están asociados a un menor riesgo de asma o de rinitis a los 16 años 1. El estudio ha sido publicado en el Journal of Allergy and Clinical Immunology.
A día de hoy, los investigadores siguen sin haber identificado los mecanismos patológicos que desencadenan las alergias. Se conocen muchos factores de riesgo como la contaminación atmosférica, la exposición pasiva al humo del tabaco durante la primera infancia, el abandono de la lactancia materna, la aseptización del entorno y… el desequilibrio omega 3 / omega 6.
Se sabe desde hace varias décadas que la alimentación occidental proporciona un exceso de ácidos grasos omega 6 y un déficit de ácidos grasos omega 3. La relación entre los dos, que debería situarse entre 1/1 y 4/1
2-3, se supone que es actualmente de 10/1 a 30/1. Dicho con otras palabras, nuestro consumo excepcional de omega 6 (que se encuentra sobre todo en los aceites vegetales y los alimentos transformados) perjudica a la utilización óptima de los omega 3 por el organismo. En efecto, no se repite lo suficiente, los pocos ácidos grasos omega 3 aportados por la alimentación entran en competencia con los omega 6 para ser asimilados correctamente por el organismo. Si los omega 6 son demasiado numerosos, monopolizan los enzimas, las vitaminas (especialmente las vitaminas B3 y B6), así como los minerales (magnesio y zinc) necesarios para la absorción de los omega 3.
Reequilibrar nuestros aportes de ácidos grasos poliinsaturados
Este desequilibrio favorece el desarrollo de trastornos cardiovasculares y de las enfermedades inflamatorias
2, pero también de enfermedades como el asma y las alergias si se cree en lo que dice este nuevo estudio. Por tanto, es urgente reequilibrar nuestros aportes y dar ejemplo a nuestros hijos. Para ello, hay tres soluciones prácticas:
1) Aumentar el aporte de ácidos grasos omega tres (pescado graso, camarones, semillas de lino, semillas de chía, semillas de calabaza…).
2) Reducir las fuentes de omega 6, especialmente los productos grasos transformados, las aves de corral alimentadas con maíz o soja, la carne de cerdo y numerosos aceites vegetales.
3) Ayudarse con complementos de omega 3 que contengan ya sea ácido docosahexaenoico (
Super DHA, del inglés Docosahexaenoic acid), ya sea ácido eicosapentaenoico (
Super EPA, del inglés Eicosapentaenoic acid) o bien una mezcla de los dos (
Super Omega 3).
Parece que la tercera opción se ha convertido en la más fiable en nuestra sociedad moderna: con la contaminación por metales pesados, la Agencia de seguridad aIimentaria de Francia (Anses) recomienda actualmente no consumir más de dos porciones de pescado a la semana.
Referencias
1. Magnusson J, Ekström S, Kull I, Håkansson N, Nilsson S, Wickman M, Melén E, Risérus U, Bergström A. Polyunsaturated fatty acids in plasma at 8 years and subsequent allergic disease. The Journal of Allergy and Clinical Immunology, December 2017 DOI: 10.1016/j.jaci.2017.09.023
2. Kris-Etherton PM,et al. Fish consumption, fish oil, omega-3 fatty acids, and cardiovascular disease. Circulation. 2002 Nov 19;106(21):2747-57. Texte intégral : http://circ.ahajournals.org
3. Simopoulos AP. Essential fatty acids in health and chronic disease. Am J Clin Nutr. 1999 Sep;70(3 Suppl):560S-569S. Review. Texte intégral : www.ajcn.org