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22-03-2016

Patologías Digestivas

Digestivas Hay muchos suplementos que, acompañados de un régimen dietético, dan una solución eficaz y natural al tratamiento de las patologías digestivas: el jengibre para las náuseas y los vómitos, la resina del lentisco (también llamado árbol de la almáciga, mastic, mástique o almáciga) para las úlceras gástricas, la SAMe (S-Adenosil-L-Metionina) y la Silimarina (sustancia contenida en el cardo mariano) para las patologías hepáticas, el extracto de alcachofa para los cálculos biliares, las fibras para el estreñimiento y los probióticos para la diarrea.

Náuseas y vómitos

Las causas posibles de las náuseas y de los vómitos son numerosas: infecciones gastro-intestinales, indigestiones, consumo de ciertos medicamentos, cinetosis (mareo por movimiento), embarazo, y factores psicológicos.… Sus consecuencias nutricionales son variables. Unos vómitos pasajeros pero importantes posiblemente llevan a una deficiencia en potasio, lo que induce un debilitamiento muscular, trastornos del ritmo cardiaco, una reducción de la tonicidad intestinal o también a sangrados gastrointestinales; Asimismo, éstos pueden provocar una falta de sodio. Los vómitos crónicos posiblemente provocan una disminución de la aportación energética, lo que lleva a una malnutrición y a carencias en diversos nutrientes. Los consejos dietéticos son beber lentamente bebidas frías, fraccionar sus comidas y masticar bien, en pequeñas cantidades. Los alimentos aconsejados son los feculentos, los alimentos salados y los alimentos con bajo contenido lipídico. Los alimentos que hay que evitar son los que tienen un olor o un gusto fuerte o están demasiado azucarados. Cuando hay náuseas, la prevención de los vómitos puede hacerse mediante la ingestión de bebidas claras y azucaradas en pequeñas cantidades (bebidas gaseosas y zumos de frutas). También se aconseja reposo porque la actividad aumenta las náuseas.

El jengibre es una gran planta tuberosa originaria des Sur de Asia ampliamente cultivada actualmente en casi todos los países tropicales y subtropicales (China, la India, Nigeria, Australia, Jamaica y Haití). Se ha encontrado en los primeros textos sánscritos, chinos, de la Grecia antigua, romanos y árabes (Bone, 1997). El jengibre lleva utilizándose como medicamento desde hace miles de años para tratar los dolores de tripa, las diarreas y las náuseas. Se ha examinado como tratamiento antiemético (Phillips et al., 1993). Se observó una disminución de las náuseas posoperatorias tras la administración de 1 g/día de jengibre a 120 mujeres que se habían sometido a una intervención quirúrgica ginecológica. Asimismo, 40 personas recibieron en el posoperatorio, o bien jengibre (1 g/día), o bien un medicamento antivomitivo, la metoclopramida (10 mg/día) o bien un placebo.
La frecuencia de náuseas y vómitos fue menor en los pacientes que tomaron el jengibre (21 %) o el medicamento (27 %) e inferior a la de los pacientes tratados con placebo (41 %).

El jengibre ha resultado ser un antiemético profiláctico eficaz, prometedor y especialmente útil en cirugía. El jengibre también trata los vómitos que se producen a lo largo del embarazo (Vutyanich et al., 2001). De modo que 70 mujeres embarazadas de alrededor de 17 semanas que habían registrado previamente el número de fases de vómitos que habían tenido durante las veinticuatro horas anteriores al tratamiento, recibieron 1 g/día de jengibre o un placebo por vía oral durante cuatro días consecutivos. Seguidamente éstas evaluaron la importancia de sus náuseas. Se constató una reducción del número de náuseas en un 87,5 % de las mujeres que habían recibido jengibre frente a un 28 % en el grupo del placebo. El jengibre puede asimismo utilizarse contra las náuseas debidas al psoraleno, un medicamento utilizado en el tratamiento de la psoriasis (Meyer, 1995).

La eficacia del jengibre contra el mareo (mal de mar) también ha quedado demostrada en 80 menores que no tenían costumbre de ir en barco de vela y que sentían los efectos del mareo (vómitos y sudores fríos); el consumo de 1 g de jengibre frente al placebo les mejoró (Grontved, 1988). En Alemania, donde el polvo de rizoma se utiliza en casos de trastornos digestivos y para la prevención de la cinetosis (mareo por movimiento) (2 g/día), se le ha reconocido al jengibre propiedades espasmolíticas en animales y, en seres humanos, efectos antieméticos y en la fuerza de contracción cardiaca y estimulantes de los movimientos de contracción intestinal y de las secreciones salivares y gástricas. La Coalición Europeo-Americana de Fitomedicina (EAPC por sus siglas en inglés – European-American Phytomedicine Coalition) ha enviado una petición a la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (por sus siglas en inglés – Federal Drug Administration) para que se reconozca al jengibre como un medicamento OTC (no sujeto a receta médica, dispensado a través de farmacias, no reembolsado y la persona que los adquiere se hace responsable de su uso. Por sus siglas en inglés Over The Counter – sobre el mostrador o de venta libre) para las náuseas y la cinetosis (mareo por movimiento) (Pinco e Israelsen, 1995). La petición ha incluido estudios clínicos sobre el jengibre. Un extracto estandarizado de jengibre (Zintonae, Dalidar Pharma) ha sido aprobado como medicamento familiar para la prevención de la cinetosis (mareo por movimiento) en Alemania, Suiza, Austria y Finlandia (Terme, 1999).

La úlcera gastroduodenal

La úlcera gastroduodenal está situada en el estómago o el duodeno. Provoca dolores abdominales y a veces sangrados. A menudo se debe a una infección por Helicobacter pylori pero también puede deberse a factores nutricionales (alergias alimenticias), estrés, consumo de alcohol, tabaco, café (incluso descafeinado), té o aspirina. Por ejemplo, el estrés provocado por los ataques aéreos sobre Londres durante la 2ª Guerra Mundial aumentó en un 50% la incidencia de rupturas de úlceras (Stewart et de R. Winser, 1942). El control nutricional incluye la eliminación de los factores nutricionales que llevan a la úlcera (alcohol). El consumo de azúcar debe evitarse sin duda, ya que ésta aumenta la acidez gástrica (lo que induce los síntomas de la úlcera) (Yudkin, 1980). Asimismo, existe una relación entre el consumo de sal y el riesgo de úlcera gástrica (Sonnenberg et al., 1986). No obstante, no hay ninguna prueba que demuestre que la restricción de sal y de azúcar sea beneficiosa. Por el contrario, el zumo de col (1 l por un periodo de entre 10 y 14 días), posiblemente acelera su curación: puede añadírsele un zumo de zanahorias para mejorar su gusto (Noess, 1986).
En presencia de úlcera duodenal, la vitamina A favorece el desarrollo del tejido mucósico (presente en el estómago y los intestinos). La ingesta de 15 mg de retinol, tres veces al día, curó las úlceras gástricas (Patty et al., 1982, 1984). Sin embargo, estas dosis deben estar rotundamente prohibidas para las mujeres embarazadas o en vía de serlo. El consumo de suplementos de zinc posibilitó la reparación de tejidos dañados y una protección de la ulceración del estómago en ratas (Pfeiffer et al., 1980). Una aportación de 88 mg de zinc, tres veces al día, cura más rápidamente que un placebo (Frommer, 1975). No obstante, dosis fraccionadas de entre 25 y 50 mg/día se consideran generalmente satisfactorias, completadas con de 1 a 3 mg/día de cobre. La glutamina se utiliza en el tratamiento de úlcera péptica porque esa es la principal fuente de energía de las células gástricas e intestinales. Las dosis sugeridas van de 500 a 1 000 mg al día, de dos a tres veces al día. El dimetil solfóxido (DMSO), 500 mg, cuatro veces al día, por su actividad antioxidante, posiblemente evita las recaídas de la úlcera péptica en comparación con un tratamiento medicamentoso (Salim, 1993). Varias plantas medicinales han probado su eficacia. La raíz de regaliz calma los dolores debidos a la inflamación de la mucosa digestiva, aumenta la producción de mucina protegiendo las células contra la acidez del jugo gástrico. Ésta contiene flavonoides que inhiben la H. pylori. La resina del lentisco, también llamada árbol de la almáciga, mastic o mastic gum (Pistacia lentiscus) reduce significativamente los daños en la mucosa gástrica. En casos de úlcera como la ligadura del píloro, la ingesta de aspirina, de fenilbutazona o de reserpina, El consumo por vía oral de 500 mg/kg de resina de lentisco disminuye la acidez gástrica y tiene un efecto citoprotector contra el alcohol de 50 % en ratas (Al-Said et al., 1986). Su actividad antibacteriana contra la H. pylori también ha quedado demostrada (Marone et al., 2001). Una concentración de 125 mg/ml provoca la destrucción del 50 % de las dieciséis cepas y una concentración de 500 mg/ml la destrucción del 90 % de las dieciséis cepas híbridas. Ésta actúa creando anomalías, alteraciones y fragmentaciones de células H. pylori. Por tanto se dificulta la supervivencia de las bacterias responsables de la úlcera en el organismo. Una dosis de 90 a 100 mg/día de extracto de corydalis aportó una mejora al 76 % de los pacientes que padecían úlceras gástrica y duodenal (Chang, 1986).

Las patologías hepáticas

Las enfermedades del hígado requieren una gran atención ante el riesgo de malnutrición (sobre todo proteínica). Las causas de malnutrición son la existencia de una ascitis (acumulación de líquido intra-abdominal) que induce anorexia, un aumento de gasto energético, una recurrencia de náuseas que disminuye la ingestión de energía, una malabsorción debida a la enfermedad y el consumo de alcohol.

Las recomendaciones nutricionales varían según la patología y las complicaciones.
La S-adenosil-L-metionina (SAMe) se produce a partir de L-metionina y de adenosin trifosfato (trifosfato de adenosina). La SAMe desempeña una función clave en la síntesis de los ácidos nucleicos, de las proteínas y de las poliaminas. Asimismo, es una fuente de cisteína que permite la producción de glutatión. En los primates, un gran consumo de alcohol provoca una importante depleción de glutatión. La actividad de la SAMe - sintetasa disminuye en presencia de una cirrosis. El consumo de alcohol disminuye los niveles de SAMe en el hígado (Lieber et al., 1990) que los suplementos de metionina no bastan para llevarla al nivel normal. La única solución para combatir las lesiones hepáticas debidas al alcohol es pues tomar suplementos de SAMe. Tras la administración oral de SAMe, la concentración sanguínea aumenta (Bombardieri et al., 1983), seguidamente la SAMe es extraída por los hepatocitos (Travers et al., 1984; Pezzoli et al., 1978; Engstrom, 1987). La elevación de los niveles de SAMe en sangre induce un aumento de sus niveles en el hígado. La SAMe, a nivel de la colestasis intrahepática (Osman et al., 1993), mejora las pruebas de función hepática y la disminución de los síntomas (prurito). Se ha probado su eficacia en caso de colestasis severa en el embarazo y de ictericia debidas a los andrógenos y los estrógenos. La SAMe previene el paso a una nutrición parenteral inducida por la colestasis en ratas (Belli et al., 1993). Los efectos clínicos potenciales de la SAMe son, para personas que padecen cirrosis, el aumento de la conjugación de las sales biliares y la taurina (Angelico et al., 1994), la prevención y la depleción hepática de glutatión (Vendemiale et al., 1989), la corrección de los niveles de glutatión y de cisteína (Loguercio et al., 1994) y, finalmente, una reducción de las alteraciones membranosas eritrocitarias debidas a la cirrosis (Muriel, 1993).

La Silimarina está extraída de las semillas del cardo mariano (Silybum marianum) y contiene tres flavonolignanos (la silibinina, la silicristina y la silidianina). Una dosis de 420 mg/día durante cuatro semanas disminuye las transaminasas y la bilirrubina (Salmi y Sarna, 1982). Al cabo de seis meses de tratamiento, ésta provoca una disminución de los parámetros patológicos siguientes: ASAT (aspartato aminotransferasa), ALAT (alanina aminotransferasa), g-GT (gama-gutamil transferasa) y bilirrubina (Feher et al., 1990). La Silimarina estabiliza la membrana celular y aumenta la síntesis proteínica por aceleración de los procesos de regeneración del tejido hepático dañado.
Su actividad antioxidantes le permite prevenir la peroxidación lipídica de las células hepáticas debido a los compuestos xenobióticos (alcohol y algunos medicamentos). La tasa de supervivencia a 4 años es del 58% en pacientes con cirrosis tratados con Silimarina frente al 39% con placebo (Ferenci et al., 1989). La Silimarina también disminuye la insulinorresistencia (también llamada resistencia a la insulina) de los diabéticos que tienen cirrosis. Es uno de los mejores factores documentados para el tratamiento de las lesiones hepáticas (Hikino y Kiso, 1988 & Morazzani y Bombardelli, 1995).

El uso de suplementos multivitamínicos se aconseja a todos los pacientes que tengan una enfermedad hepática crónica, sobre todo a los consumidores de alcohol. El magnesio, por su parte, debe considerarse como un auténtico ion hepatoprotector, ya que se fija selectivamente en el tejido hepático lesionado. Así pues, el magnesio favorece la síntesis de glucógeno, impide la infiltración lipídica después de una hepatectomía parcial, mejora la circulación hepática, estimula diversos enzimas (fosfatasas, lipasas, aminoacil-ARNt sintetasas hepáticas), estabiliza las mitocondrias, aumenta la eliminación biliar del colesterol. A la inversa, la deficiencia de magnesio lleva a lesiones funcionales. Además, la asociación de una deficiencia de magnesio con la intoxicación por alcohol representa un mecanismo posible de la génesis de las lesiones conjuntivas de la cirrosis alcohólica (Rayssiguier y Durlach, 1981; Rayssiguier et al., 1985). Ésta podría deberse a un aumento de la producción de peróxidos inducido por el acetaldehído (Lewis y Paton, 1982). En cualquier caso se ha confirmado que en el bebedor de alcohol, la gravedad de la lesión del parénquima hepático está directamente correlacionada con una baja concentración de magnesio en sangre.

Los cálculos biliares

Los cálculos biliares representan la enfermedad más frecuente del sistema biliar. Su formación se hace en la vesícula biliar donde éstos pueden tener por consecuencia el cáncer al cabo de varios años. La causa de los trastornos provocada por estos cálculos sigue siendo desconocida ya que no existe ninguna relación entre su formación y el tamaño, la forma, la densidad, el número y la composición de estos cálculos biliares. La mayoría de los cálculos biliares son multiformes y tienen un diámetro superior a 2 cm. Su tasa de crecimiento es de 1 a 2 mm al año. Están compuestos de fosfato, de palmitato o de bilirrubina, de colesterol y de sales de calcio cuya proporción aumenta con la edad.

El extracto de hoja de alcachofa se emplea como colerético y diurético desde la época romana: estimula el apetito y disminuye los niveles de colesterol y de triglicéridos. Aumenta el flujo biliar y urinario y protege los hepatocitos de la toxicidad del etanol y del tetracloruro de carbono. Unos pacientes que presentaban una dispepsia (malestar digestivo) o enfermedades del colédoco o del hígado, o ambas, obtuvieron, gracias a un tratamiento con extracto de alcachofa de 4 a 6 semanas (Kraft, 1997), una mejora de sus síntomas digestivos (dolor abdominal, flatulencia, náuseas, pérdida de apetito, estreñimiento e intolerancia a las grasas). En 20 hombres que padecían trastornos metabólicos agudos o crónicos tratados con 320 mg de extracto estandarizado de alcachofa diluida, las secreciones biliares aumentaron un 127% al cabo de media hora, un 151% al cabo de una hora y un 94% al cabo de una hora y media (Hepar SL fort, Seturner).

El extracto de alcachofa posibilita el tratamiento de los trastornos digestivos debidos a una reducción de la secreción biliar que lleva a una menor asimilación de las grasas (Kirchhoff, 1994). Con la ingesta del extracto de alcachofa, la disminución del colesterol puede alcanzar un 40% y la de los triglicéridos un 20%. El aumento de la secreción de ácidos biliares, inducido de ésta manera, estimula la motilidad intestinal y la digestión de las grasas, de ahí los efectos beneficiosos en las dispepsias no ulcerosas y las “irritaciones” intestinales. El extracto de alcachofa está contraindicado en caso de obstrucción biliar.

El estreñimiento

El estreñimiento es debido a una ralentización de los movimientos intestinales que, si se alcanza un estadio patológico, causa malestar, es decir, dolores abdominales. Al referirse a su definición médica, frecuencia de heces inferior a 3 heces a la semana, el estreñimiento afecta al 4% de la población. Éste está asociado a las hemorroides, a la diverticulosis y a la apendicitis. Éste prevalece más en las mujeres que en los varones y aumenta con la edad. Sus causas son, la mayoría de las veces, malos hábitos alimenticios. Sin embargo, muchos otros factores existen como los que provocan una absorción de agua en el colon o llevan a que haya un tiempo de contacto mayor entre el bolo alimenticio y la flora cólica. Algunas enfermedades (hipotiroidismo, esclerosis múltiple, Párkinson, lesiones de la médula espinal) también pueden ser la causa del mismo. El tratamiento consiste preferentemente en un control de la dieta.
En efecto, los laxantes son poco eficaces, no resuelven la causa y pueden provocar perturbaciones intestinales.
El control nutricional incluye una buena hidratación que aumenta el volumen del bolo alimenticio gracias a la captación de agua por las fibras. Una hidratación de entre 1,5 y 2 l/día disminuye el estreñimiento cuando éste va acompañado de una aportación de fibra (Anti et al., 1998). Beber agua mineral sigue siendo la mejor manera de hidratarse. La actividad física tiene asimismo su importancia ya que ésta estimula el peristaltismo gastrointestinal. Un aumento progresivo de la aportación de fibra, especialmente en los niños, representa el tratamiento básico: el consumo de cereales integrales, de pan integral, de frutas y verduras es primordial. Las fibras son componentes alimenticios constituidos por hidratos de carbono no digeribles. Tomar suplementos de salvado puede ser también interesante si se hace con criterio (2 cucharaditas = 3 g de fibra), ya que los riesgos de obstrucción y de malabsorción de los micronutrientes son posibles. Es preferible consumir cereales integrales que salvado porque éstos unen una mayor eficacia a una reducción de la frecuencia de estos riesgos. El interés de tomar suplementos en fibra es múltiple: la fibra se une a los ácidos biliares y a las grasas, disminuye la sensación de hambre a lo largo de la comida y el pico de glucemia postprandial, disminuye la duración del tránsito y por tanto la formación de subproductos tóxicos, posibilita una absorción menor del colesterol y el crecimiento de la flora fisiológica intestinal. A pesar de un efecto a veces transitorio, una aportación más elevada de fibra acompañada de una buena hidratación sigue siendo el mejor tratamiento natural contra el estreñimiento.

La diarrea

La diarrea a menudo se debe a una perturbación de la homeostasis gastrointestinal a veces de origen infeccioso. Ésta puede tener el efecto de una pérdida importante de volumen líquido corporal y una pérdida de electrolitos. Debe prestarse mucha atención a los niños menores de dos años: estas pérdidas deben compensarse con la ingesta de una preparación equilibrada en electrolitos. La diarrea en niños frecuentemente se debe a una intolerancia a la lactosa. Se les pueden dar preparaciones bajas en lactosa o sin lactosa (leche sin lactosa).

En el adulto hay toda una serie de alimentos capaces de causar diarrea. Durante un episodio de diarrea, se aconseja limitar el consumo de platos cocinados y, según su severidad, consumir caldos claros, tés ligeros, aguas minerales sin azúcar y bebidas deportivas (por su aportación de electrolitos). Una buena rehidratación libre de agentes infecciosos y una aportación de sodio son muy importantes, especialmente en el caso de la diarrea del viajero. Los alimentos bajos en grasa y ricos en proteínas (pechuga de pollo, pescados magros y clara de huevo) también se toleran bien.

Los productos lácteos, sobre todo líquidos o no fermentados deben eliminarse de la dieta, así como la fruta y la verdura cruda. El carbón vegetal se obtiene por carbonización de madera previamente seleccionada. Éste contiene una red de poros que le convierte en uno de los absorbentes más potentes de origen natural conocidos actualmente. El carbón vegetal se queda en el tubo digestivo donde es tolerado perfectamente. Tiene la capacidad de absorber diversas sustancias, especialmente las bacterias, las toxinas y los gases: así pues puede resultar muy útil en el tratamiento de las diarreas.

Los microorganismos patógenos que se encuentran más frecuentemente en los países occidentales son los rotavirus (para las diarreas agudas de los niños), los Clostridium difficile (para las diarreas debidas a un tratamiento con antibióticos), las Escherichia coli, las Salmonella y las Shigella. Los probióticos se definen como microorganismos vivos que, ingeridos en una cantidad suficiente, tienen un efecto positivo en la salud. Pueden consumirse de tres maneras: liofilizada, en forma de leche fermentada o en forma de yogur.

La forma liofilizada puede aportarse mediante suplementos en cápsulas o en bolsitas acompañándolas de una aportación de agua importante. Desde el punto de vista normativo, la apelación “yogur” está reservada a la presencia exclusiva de dos bacterias Streptococcus thermophilus (estreptococos termófilos) y Lactobacillus bulgaricus (lactobacilos búlgaros). Los yogures tienen un interés para el tratamiento de las diarreas. Los niños que padecen diarreas en su mayoría se curan en menos de tres días cuando se les da yogurt mientras que éstas duran por lo menos cuatro días cuando se les administra un antibiótico (Niv et al., 1963).

Las Clostridium difficile son la causa de entre el 20 y el 40% de los casos de diarrea que se deben a un tratamiento con antibióticos. La administración de diversas bacterias lácticas a niños tratados con ampicilina (antibiótico) lleva con Lactobacillus acidophilus (lactobacilo o bacteria del ácido láctico – acidophilus) y Lactococcus lactis (lactococo – lactis) a un restablecimiento parcial de la flora intestinal y una normalización de la misma con Lactobacillus acidophilus y Bifidobacterium bifidum (bifidobacteria – bifidum) (Zoppi et al., 1982). Por otra parte, el consumo de yogures enriquecidos con Bifidobacterium longum reduce las molestias intestinales en diez voluntarios tratados con un antibiótico, la eritromicina (Colombel et al., 1987). La ingesta de Bifidobacterium breve disminuye la diarrea de niños tratados con antibióticos (Hotta et al, 1987). La ingesta de Lactobacillus GG (a la dosis de 10 mil millones de bacterias/día) durante entre 7 y 10 días posibilitó la curación de cuatro adultos de cada cinco tratados que padecían colitis recurrentes debidas a bacterias Clostridium difficile (Gorbach, 1987). De dieciséis adultos saludables que recibieron eritromicina durante siete días, ocho ingirieron 125 ml/día de un yogur enriquecido por Lactobacillus GG y otros ocho, un placebo. La diarrea duró dos días con Lactobacillus GG frente a ocho días con placebo (Siitonen et al, 1990).

En cuanto a las diarreas infecciosas, éstas a menudo son causadas por rotavirus, pero también por patógenos de Shigella, Salmonella y Escherichia coli, amebas …. Muchos trabajos han mostrado que la ingesta de probióticos, especialmente Lactobacillus GG, podría reducir la duración y la gravedad de las diarreas agudas, especialmente las virales. En efecto, 123 niños que consumen ya sea Lactobacillus GG (5 mil millones de bacterias /día), o bien un placebo tienen una diarrea que dura como media 2,7 días con los Lactobacillus GG frente a 3,7 días con placebo (Shornikova et al., 1997). De igual modo, 61 niños afectados por una diarrea con debida a un rotavirus ingieren 6 mil millones de Lactobacillus GG o un placebo; su diarrea pasa como media a los 6,1 días con placebo, y a los 2,9 días con Lactobacillus GG. El número de células que secretan anticuerpos de tipo IgA (inmunoglobulina A) específicos de los rotavirus es más elevado en el grupo que ingirió Lactobacillus GG vivos que en el que ingirió Lactobacillus GG muertos. Los Lactobacillus GG vivos posiblemente estimulan más eficazmente las células inmunitarias intestinales que las bacterias muertas, en especial las células M des plaques de Peyer (Majamaa et al., 1995). La ingesta de Lactobacillus GG vivos o muertos acorta la duración de la diarrea atribuible a los rotavirus.
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