Unos investigadores han analizado la flora intestinal de 757 niños de edades comprendidas entre los 3 y 4 meses, y han estudiado a la vez su nivel de exposición a los desinfectantes (los famosos productos de limpieza multiusos), a los detergentes y a los productos de limpieza eco responsables. El resultado es implacable : cuanto más extendido está el uso de desinfectantes para la limpieza en la casa, más perturbaciones experimenta el bebé en su microbiota intestinal. En los bebés, las bacterias beneficiosas del género Haemophilus y Clostridium tienen niveles considerablemente reducidos, contrariamente a las bacterias patógenas del género Lachnospiraceae, que se disparan. Unos estudios realizados en cerdos habían permitido encontrar cambios parecidos en caso de exposición a aerosoles desinfectantes. En cambio, no se encuentra esta degradación de la microbiota en los bebés expuestos a productos de limpieza ecológicos.
Esto es lo que los investigadores han querido averiguar. Como las consecuencias de una perturbación de la flora pueden ser numerosas, se han concentrado en el sobrepeso midiendo el índice de masa corporal (IMC) de los mismos niños hasta la edad de 3 años. Como podía temerse, las mediciones han evidenciado una alta relación entre la perturbación de la microbiota de un recién nacido y la probabilidad de tener sobrepeso unos años después. Esta predisposición a la obesidad posiblemente está relacionada con las bacterias del género Lachnospiraceae, estando éstas mismas favorecidas por los productos de limpieza. Para confirmar estos primeros resultados, los investigadores piden la realización de estudios que analicen los ingredientes problemáticos de estos productos de limpieza doméstica.
” Hemos descubierto que los niños que viven en casas donde se utilizan productos de limpieza desinfectantes cada semana, eran el doble de susceptibles de tener microbios patógenos en sus intestinos, a la edad de 4 meses . A la edad de 3 años, estos niños tienen más probabilidad de tener un IMC mayor que los demás niños ”, Anita Kozyrskyj, profesora de pediatría de la Universidad de Alberta e investigadora principal del proyecto SyMBIOTA, que intenta comprender el impacto de la alteración de la microbiota en los niños.
En realidad, la degradación muy precoz de la microbiota de los recién nacidos tiene toda la probabilidad de ser dramática. Un estudio publicado a comienzos de 2018 ha mostrado que la alteración de la flora intestinal de la madre aumenta muy significativamente el riesgo de trastornos del desarrollo neurológico, entre los que figuran el autismo. Después del nacimiento, millones de recién nacidos padecen nuevas pérdidas severas de diversidad de su microbiota simplemente porque muchos padres piensan, equivocadamente, que hay que protegerlos al máximo de los microbios. En realidad, el contacto de estas bacterias con las células inmunitarias del bebé es decisivo en la maduración normal del sistema inmunitario. Durante este periodo de la vida, los microbios, ya sean beneficiosos, neutros o patógenos, enseñan muy sutilmente al sistema inmunitario cómo aprender a reconocer a los intrusos, a tolerar a una parte de éstos y a combatir a los demás. Es un entrenamiento a lo largo del cual las células del sistema inmunitario aprenden a reaccionar de manera adecuada, graduando sus reacciones y controlando sus impulsos. Los que no han tenido la oportunidad de seguir asiduamente estos entrenamientos, tendrán trastornos relacionados con el sistema inmunitario, como alergias, asma, eczema, o lo que es peor, enfermedades autoinmunes como la enfermedad de Raynaud o el lupus…
Evidentemente, si estos productos de limpieza perjudican la microbiota de los niños, no se debe más que a que la de los adultos atraviesa la red. Al igual que los antibióticos, los desinfectantes para las manos o los pesticidas, los detergentes perjudican la vida de las bacterias que habitan en nuestro tracto digestivo. Éstos las hacen más frágiles y aumentan el riesgo de que otro grupo de bacterias patógenas ocupe su lugar. A largo plazo, se desequilibra la totalidad de la flora intestinal, con efectos ya muy conocidos:
Todos estos problemas surgen también a consecuencia de comidas demasiado pobres en fibras alimenticias, estos compuestos que atraviesan el estómago sin ser degradados por las enzimas humanas. Son compuestos indispensables para la supervivencia de las bacterias beneficiosas para la persona, pero que no obstante se encuentran cada vez menos en la alimentación moderna. Además, no se excluye la posibilidad de que en los próximos años, las bacterias más beneficiosas desaparezcan totalmente, hasta el punto de que nuestra microbiota no tenga ya nada que ver con la de nuestros lejanos antepasados.
“Somos más bacterianos que humanos”, Dr. Jean-Paul David, endocrinólogo.
Para evitar este desastre, por lo menos a escala individual, el protocolo comienza a ser muy conocido:
1) Aumente muy progresivamente su consumo de fibras alimenticias. Se encuentran prácticamente en todas las frutas y verduras frescas, las leguminosas, las nueces, las semillas o incluso los cereales integrales. Añada salvado de trigo o de avena a sus platos, semillas de lino o de chía a sus yogures, leguminosas cocidas a sus sopas y nueces y frutos secos a sus cereales… ¡Hay muchos trucos!
El aspecto progresivo es importante : si usted come demasiada fibra
cuando su flora intestinal no es suficiente rica en bacterias capaces de degradarla, corre el riesgo de tener algunas molestias digestivas, que no son graves, pero potencialmente fastidiosas. Lo mejor es pasar a un consumo de 80 g de fibras en 3 meses, bebiendo siempre mucha agua durante el día.
Usted puede también encontrar una fuente de fibras en complementos como Psyllium Seed Husk (Cáscara de semilla de Psyllium) o Organic-Acacia (Acacia ecológica)
2) Acompañe estas fibras alimenticias con probióticos . Los probióticos son bacterias que no están destinadas a colonizar el tubo digestivo pero que ayudan a las bacterias beneficiosas a que se implanten mejor. Son de origen alimenticio y sus efectos son transitorios. Cada cepa permite luchar específicamente contra bacterias que en teoría no tienen nada que hacer en el tracto digestivo. Generalmente se aconseja tomar probióticos durante un mes en combinación con una incorporación progresiva de las fibras alimenticias en las comidas. Idealmente, estos probióticos deben estar envasados en cápsulas gastrorresistentes, es decir que permiten protegerlos de los ácidos del estómago y llevarlos vivos al intestino. Éste es el caso por ejemplo de Probio Forte™ (Lactobacillus acidophilus, Lactobacillus casei, Lactobacillus plantarum y Lactobacillus lactis) , un producto muy popular que reúne a varias de las mejores cepas identificadas hasta la fecha.
Referencias
Moira K. Differding, Noel T. Mueller. Are household disinfectants microbially mediated obesogens? Canadian Medical Association Journal, 2018; 190 (37): E1095 DOI: 10.1503/cmaj.181134
Mon H. Tun, Hein M. Tun, Justin J. Mahoney, Theodore B. Konya, David S. Guttman, Allan B. Becker, Piush J. Mandhane, Stuart E. Turvey, Padmaja Subbarao, Malcolm R. Sears, Jeffrey R. Brook, Wendy Lou, Tim K. Takarao, James A. Scott, Anita L. Kozyrskyj. Postnatal exposure to household disinfectants, infant gut microbiota and subsequent risk of overweight in children. Canadian Medical Association Journal, 2018; 190 (37): E1097 DOI: 10.1503/cmaj.170809
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