Un estudio sobre más de un millón de embarazos en Finlandia ha establecido una correlación entre la presencia de un pesticida (el DDE, un metabolito del DDT) en la circulación sanguínea de mujeres embarazadas y el riesgo de autismo en los recién nacidos. El riesgo de autismo o de disfunción intelectual es el doble de importante en los recién nacidos de mujeres que presentan unos niveles de DDE en sangre elevados (en el cuarto superior de todas las concentraciones registradas).
Éste es el primer estudio que relaciona un pesticida con el autismo apoyándose en biomarcadores sanguíneos. Pero éste plantea una cuestión: el DDT lleva casi 30 años prohibido en la mayoría de los países occidentales. ¿Cómo ha podido filtrarse todavía esta molécula en la circulación sanguínea de las personas? La respuesta da miedo:el DDT sigue estando presente en el medio ambiente , y por tanto en la cadena alimenticia, ya que su degradación es muy lenta. Es al comer fruta, verdura o incluso pescado de agua dulce cuando la mujer embarazada ingiere moléculas de DDE, que a continuación pasan a la placenta a concentraciones todavía mayores.
”Pensamos en todos los productos químicos que hemos liberado masivamente en el pasado” confiesa Alan S. Brown, el profesor de epidemiología de la Universidad de Columbia autor del estudio. ” Desgraciadamente, éstos siguen estando presentes en el medio ambiente, en nuestra sangre y en nuestros tejidos. En la mujer embarazada, éstos se transmiten al feto, donde provocan, probablemente, junto con otros factores genéticos y medioambientales, el fenómeno del autismo.” Se supone que el DDE impide que los andrógenos se unan a sus receptores, un proceso importante del neurodesarrollo.
Dicho estudio suscita interés desde el momento en que nunca ha habido tantas personas con autismo . Y más teniendo en cuenta que las causas exactas de esta expansión siguen siendo desconocidas. Estos últimos años, uno tras otro, los investigadores han sospechado de las vacunas, de la exposición a sustancias tóxicas antes del nacimiento o incluso de ciertas infecciones sin realmente encontrar un responsable.
Se están estudiando otras ideas para comprender los factores que puedan llevar al autismo o a la inversa, los agentes que podrían ayudar a reducir el riesgo.
Un estudio publicado a principios del año 2018 (1) ha mostrado que una alteración de la flora intestinal de la madre era susceptible de provocar trastornos del desarrollo neurológico, especialmente trastornos invasores del desarrollo entre los que se encuentra el autismo. El consumo de probióticos o de fibras alimenticias ha sido mencionado por los investigadores como enfoques fiables para restablecer un equilibrio sano de los distintos microorganismos que viven en el tracto intestinal.
Otro estudio publicado en 2017 (2) había relacionado el consumo de vitamina D con una disminución del riesgo de autismo en el animal. Los investigadores se había basado en los trabajos que evidenciaban una relación entre niveles bajos de vitamina D en la mujer y una mayor probabilidad de tener un niño autista. Además, uno de ellos recordó que la forma ”colecalciferol“ de la vitamina D era segura para la mujer embarazada mientras que las recomendaciones en materia de consumo de pescado graso siguen siendo objeto de polémica, al ser su contenido en mercurio potencialmente problemático.
Actualmente, el DDT ya no se utiliza, pero muchos pesticidas siguen colonizando nuestras tierras y nuestros alimentos . En realidad, nunca hemos esparcido tantas moléculas tóxicas en nuestro suelo. Respecto a la mayoría de estas sustancias, ignoramos las repercusiones reales que éstas puedan tener a largo plazo en el organismo humano. Sólo sabemos que éstas se acumulan en las capas freáticas y que éstas perturban el ciclo de la vida, contribuyendo plenamente a la sexta extinción masiva que afecta actualmente a todo el planeta.
Es muy difícil probar su efecto en nuestra salud, y todavía más difícil medir su poder sinérgico, debido al tiempo de latencia importante que existe ente la exposición crónica a los productos y la aparición de las enfermedades. Pero cada vez más trabajos demuestran sin ambigüedad que estos productos aumentan la producción de especies reactivas en el organismo, perturban el sistema antioxidante y contribuyen a malformaciones fetales y al desarrollo de cánceres (3-9). Basándose en estos trabajos, el Centro internacional para la investigación sobre el cáncer ha clasificado como probables cancerígenos a un gran número de herbicidas e insecticidas utilizados en Europa y en Estados Unidos, como el famoso “glifosato” de Monsanto. Este herbicida sistemático es el centro de atención desde que el jurado de un tribunal de San Francisco ha condenado al gigante agroquímico a pagar cerca de 300 millones de dólares de daños y perjuicios por no haber informado de su peligrosidad a un jardinero norteamericano que padece cáncer.
El glifosato, precisamente, está posiblemente relacionado con la sorprendente reaparición del DDT en el medioambiente o mejor de su metabolito de degradación, más tóxico, el DDE. La utilización masiva de glifosato y de herbicidas ya prohibidos, posiblemente provoca una erosión espectacular de los suelos al eliminar la vegetación que los protege, y posiblemente conduce a una nueva puesta en circulación de estas moléculas olvidadas…
Para explorar más el espinoso tema de los pesticidas, le invitamos a leer los dos artículos siguientes:
Las 10 frutas y verduras que hacen explotar el contador de pesticidas
Pesticidas: el envenenamiento sigue avanzando. ¿Cómo reaccionar?
Estudio principal del artículo:
Alan S. Brown et al. Association of Maternal Insecticide Levels With Autism in Offspring From a National Birth Cohort. American Journal of Psychiatry, 2018 DOI: 10.1176/appi.ajp.2018.17101129
Puntos que hay que retener:
Referencias
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