
Los complementos nutricionales que aportan omega-3 deben ser de calidad para tener todos los efectos beneficiosos demostrados por las investigaciones. El origen de las materias primas, la eficacia de los procedimientos de descontaminación, la protección contra la oxidación, la biodisponibilidad, las concentraciones de principios activos son elementos imprescindibles de los que depende la calidad de los omega-3.
Los ácidos grasos omega-3 están ampliamente extendidos en la naturaleza, y más en concreto, en el mundo marino. De ellos, sólo los ácidos grasos omega-3 de origen marino, el ácido eicopentaenoico (EPA) y el ácido docosahexaemoico (DHA), desempeñan un papel importante en las células humanas. El plancton, del que se conocen más de 4000 especies, es la fuente más importante de EPA y DHA. Es además el nutriente esencial de la vida submarina.
Pescados ricos en omega-3 de forma natural
El aceite de pescado crudo que utilizan principalmente los complementos nutricionales se produce a partir de pescados con una concentración naturalmente elevada de ácidos grasos omega-3 poliinsaturados, como las sardinas, las caballas o los boquerones.
Para obtener unas materias primas de una calidad y una pureza óptimas, se ha dado preferencia a zonas de pesca libres de toda influencia industrial. Sardinas, caballas y anchoas viven en abundancia en las aguas frías de la corriente de Humboldt, a lo largo de las costas chilenas y peruanas, especialmente ricas en fitoplancton.
A los contaminantes medioambientales les gusta las grasas
Una gran cantidad de contaminantes industriales son liposolubles. Enriquecen los lípidos de las algas y los animales marinos que sirven de alimento a las especies de pescados grasos que encontramos en nuestra alimentación o como fuente de aceites de pescado. Los productos a base de aceites de pescado que no se han purificado tienen por lo general una tasa demasiado elevada de contaminantes como el mercurio, el plomo, los PCB o las dioxinas.
Una gran sensibilidad a la oxidación
Los ácidos grasos omega-3 son muy reactivos y, en presencia de oxígeno, luz, calor o restos de metales (hierro, cobre) se oxidan fácilmente.
Las consecuencias de esta oxidación son irreversibles y se traducen especialmente en una pérdida de valor nutricional, un deterioro de la textura y el color, así como una alteración del gusto del producto debido a la rancidez.
La consecuencia más nefasta de la oxidación de los ácidos grasos es, sin embargo, la aparición de radicales libres, cuyos nefastos efectos son bien conocidos. Tras haber eliminado los contaminantes, evitar esta oxidación es pues un objetivo cualitativo primordial. La supresión del oxígeno, la protección contra la luz, la refrigeración, la supresión de los iones metálicos son algunas de las medidas preventivas utilizadas. Pero no siempre son posibles y la mayoría de las veces se revelan como insuficientes. En esos casos es necesario estabilizar el producto con antioxidantes. Con este objetivo, se añaden entonces al producto tocoferoles de origen natural y sin OGM.
Una mejor biodisponibilidad
Los omega-3 de los aceites de pescado están actualmente disponibles en dos formas: una natural que se encuentra en los aceites de pescado, los triglicéridos, y una sintética obtenida por vía química, los concentrados de ésteres etílicos. El término aceite de pescado natural es sinónimo de que no se ha utilizado ni añadido ningún producto sintético a lo largo del proceso de fabricación y que los ácidos grasos omega-3 se mantienen en su estado natural, en forma de triglicéridos.
La biodisponibilidad de estas dos formas es muy diferente: los ésteres etílicos tienen supuestamente una biodisponibilidad la mitad de importante que la forma natural.
Un estudio comparó la absorción de diferentes formas de aceites de pescado tras una dosis única. La forma natural, los triglicéridos, se absorbe tres veces mejor que la forma sintética.
Otro estudio analizó la biodisponibilidad de EPA y DHA y constató que las formas ésteres etílicas se absorbían respectivamente un 40% y un 48% pero que las formas naturales triglicéridos.
Una de las razones que pueden explicar la escasas biodisponibilidad de la forma éster etílica podría ser su mayor resistencia a las enzimas digestivas. En el transcurso de la digestión las lipasas pancreáticas hidrolizan el aceite para liberar los ácidos grasos. Esta etapa prepara la posterior absorción de los ácidos grasos. Los trabajos mostraron que la forma éster etílica es entre 10 y 50 veces más resistente al proceso enzimático que la forma natural de triglicéridos.
Lawson LD et al. 1988. Absorption of eicopentaenoic acid and docosahexaenoic acid from fish oil triacylglycerols or fish esthyl esters coingested with a high-fat meal. Biochem Biophys Res Commun, 31; 156(2): 960-3.
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