Usted se interesa por la nutrición lo bastante como para saber que los antioxidantes son indispensables para nuestra salud. Por ejemplo, usted sabe que las frutas y las verduras contienen grandes cantidades de éstos y que éstos contribuyen a reducir el envejecimiento. Usted sin duda conoce los carotenoides, las vitaminas C y E el selenio, y quizás incluso los flavonoides …
Pero ¿sabría usted explicar concretamente sus funciones en el organismo ? Podría usted citaral rey de los antioxidantes , la flor y nata, el que permite regenerar a todos los demás? ¿Sabe usted en qué situaciones son imprescindibles y en qué momento utilizarlos?
Con este artículo, entérese, de una vez por todas, para qué sirven los antioxidantes, cómo actúan y cuáles son los más potentes.
Nuestras células, para ejecutar las numerosas tareas esenciales para la vida, como desplazarse, respirar o transportar sustancias en el cuerpo, deben forzosamente recibir energía de fuentes exteriores. Esta energía nosotros la encontramos en los alimentos que ingerimos, exactamente en los que contienen proteínas, grasas o glúcidos. Los organismos vivientes que han fabricado estos nutrientes han debido utilizar ellos mismos energía, ¡y esta energía esta siempre ahí! La energía no se pierde nunca. Cuando usted convierte la energía química contenida en un entrecot, se trata de la energía desplegada por el buey para fabricar sus músculos. Cuando usted come una manzana, usted extrae la energía que ha desplegado el manzano para producir uno de sus frutos. Los animales obtienen su energía del consumo de otros animales o de los vegetales, mientras que los vegetales logran la hazaña de captar y utilizar la energía del sol. ¡Por tanto, la gran mayoría de ellos no tiene necesidad de comer seres vivos!, A ellos les debemos la vida, ya que, si se piensa en ello, toda la energía que circula en el mundo de los seres vivos proviene del sol.
Volvamos a los 3 nutrientes que nos mantienen vivos. Las grasas, las proteínas y los azúcares contienen mucha energía, ¡pero todavía hay que conseguir convertirla! ! Si uno se contenta con romper estas moléculas, se libera mucha energía, pero de manera totalmente anárquica y en una forma explosiva muy peligrosa. Ningún animal puede conseguir explotar energía de esta manera. De la misma manera que la explosión de un depósito de gasolina por ejemplo no haría avanzar un coche.
Por tanto, los animales han puesto a punto un sistema complejo que permite “quemar” los nutrientes en una serie de etapas , con la ayuda de varios “ingredientes” suplementarios, especialmente oxígeno, que nosotros obtenemos en el aire al respirar. Al organizarse para transformar las moléculas originales en moléculas cada vez menos energéticas, este sistema libera energía gradualmente , lo que nos permite almacenarla en una forma original: el ATP (del inglés adenosine triphosphate – adenosín trifosfato). Es una pequeña molécula energética fácilmente utilizable por el organismo para realizar todas las operaciones que requieren energía, como la síntesis de las proteínas, el paso de ciertas sustancias a través de las membranas celulares, el cambio de forma de una célula o el parpadeo de las pestañas. En otras palabras, el ATP es una molécula fundamental en el organismo. ¡En menos de un minuto, una célula muscular utiliza cerca de 10 millones de moléculas de ATP!
Estas transformaciones complejas se hacen en nuestras células, y en su mayoría, en pequeñas fábricas que se denominan “mitocondrias”. Son compartimentos más o menos permeables situados en casi todas nuestras células. Al final del proceso, las pequeñas fábricas dan lugar a la producción de ATP, así como a la expulsión de varios desechos “limpios”: el dióxido de carbono (CO2) y el agua. Se dice que son limpios porque no son tóxicos para el organismo. Pero desgraciadamente no son los únicos desechos de la producción: a lo largo de las etapas sucesivas, se forman productos especialmente tóxicos para las células: las especies reactivas de oxígeno (ERO). Son elementos muy inestables que pueden escaparse de las fábricas y reaccionar con el oxígeno para formar compuestos todavía más tóxicos . Tienen una necesidad imperiosa de arrancar elementos a otras moléculas para adquirir más estabilidad y están dispuestos a atacar a todas las moléculas que se encuentran a su paso. La producción de estas ERO es inevitable. Es el precio del éxito de un sistema de conversión de energía ultraeficaz (se capta aproximadamente un 34 % de la energía de los nutrientes, mientras que la eficacia de un motor de automóvil apenas alcanza un 25 %). Se logra explotar de una forma magnífica la energía utilizando oxígeno, pero se producen a pequeñas dosis moléculas tóxicas que pueden perjudicar a nuestro organismo a largo plazo. Es un buen acuerdo de compromiso.
Para evitar que estas moléculas degraden compuestos importantes de la fábrica, de la célula o elementos extracelulares (como las proteínas), el organismo ha puesto en marcha una original defensa: éste envía, al frente, compuestos que van a aceptar ser degradados por las ERO y que le van a dar los elementos de estabilidad que necesitan. Éstos son los famosos antioxidantes. Se les puede comparar a los “soldados” que se sacrifican por la supervivencia de los elementos más importantes de la “nación”. Reciben los golpes en vez de otros. Gracias a ellos, las ERO no “roban” elementos estructurantes a moléculas vitales.
En situaciones normales, las ERO están presentes en nuestras células a dosis razonables. El organismo fabrica entonces cantidades adecuadas de antioxidantes para lograr minimizar los daños. También utiliza antioxidantes que encuentra en los alimentos consumidos, especialmente en las frutas y verduras . Y sí, como nosotros, los vegetales fabrican “soldados” para luchar contra las ERO y lógicamente se encuentran estos compuestos en las partes que nosotros consumimos. ¡En realidad, éstos producen incluso muchos más de estos que nosotros! Los vegetales, al contrario que los animales, deben exponerse lo más posible a los rayos del sol si quieren producir energía. Ahora bien, la radiación ultravioleta (UV) es conocida por generar una gran cantidad de ERO (¡por otra parte, por esta razón las personas que se exponen demasiado a menudo al sol sin protección aumentan el riesgo de tener cáncer de piel!). Además, éstos producen oxígeno puro durante la fotosíntesis, que provoca un aumento de la producción de estas moléculas oxidantes. Éstos se defienden fabricando una potente combinación de antioxidantes.
Por tanto, el organismo utiliza dos tipos de “soldados” para combatir las ERO: los antioxidantes endógenos (es decir que fabrica él mismo) y los antioxidantes exógenos (que éste encuentra en la alimentación). Y cada tipo de antioxidante tiene su terreno predilecto : algunos como la vitamina E están especialmente formados para evolucionar en terrenos grasos como las membranas celulares, otros como la vitamina C en medios acuosos como el citoplasma.
Este combate entre las ERO y los antioxidantes comienza desde la formación del embrión después de la fecundación y durará… toda la vida. Durante mucho tiempo, por lo menos dos décadas, éste es muy equitativo. Los antioxidantes neutralizan a las ERO, los componentes son muy poco atacados y el organismo funciona de manera óptima. Regularmente incluso el cuerpo “utiliza” las ERO para comunicarse con elementos extraños e indeseables o para combatirlos.
Es después de los 30 años es cuando las cosas se complican. A partir de este momento (pero eso puede ser más pronto o más tarde), las ERO comienzan a tomar la delantera. Numerosos factores medioambientales, como el exceso de peso, la ingesta de sustancias tóxicas (humo de cigarrillos, pesticidas, metales pesados, etc.), la exposición a los contaminantes atmosféricos, las infecciones microbianas, la radiación UV, la inflamación crónica o el estrés, hacen que su número aumente progresivamente en el organismo. Si estos factores son temporales, el organismo revisa su producción de antioxidantes al alza para mantener el statu quo. Pero si éstos persisten en el tiempo, el equilibrio se rompe. Es en ese momento cuando el organismo tiene más necesidad de antioxidantes de origen exógeno, los que se encuentran en la alimentación. La producción ha alcanzado su límite, y el único medio de aumentar los efectivos de “soldados” es consumir más antioxidantes “ya formados”. Desgraciadamente, en general, lo que pasa es lo contrario: nuestro consumo de antioxidantes a través de las frutas, las verduras y todos los demás vegetales no está a la altura de los desafíos que se presentan.
La superioridad prolongada de las ERO provoca entonces rápidamente lesiones irreversibles en numerosas moléculas biológicas, lo que con el tiempo lleva a pérdidas de función (1).
Aproximadamente de un 50 a un 70 % de las ERO atacan prioritariamente a las proteínas, con consecuencias más o menos graves (2). En general, éstas degradan las cadenas laterales de las proteínas , con una preferencia por los aminoácidos azufrados (cisteína y metionina), básicos (arginina, histidina y lisina) y aromáticos (fenilalanina, tirosina y triptófano). La mayoría del tiempo, estas degradaciones son temporales, ya que el organismo puede remplazarlas y fabricar otras nuevas, pero éstas perturban momentáneamente el funcionamiento de numerosos sistemas (3), ¡incluido el propio sistema antioxidante! También sucede, y esto es más grave, que las proteínas dañadas no pueden ser remplazadas ni evacuadas.
Tomemos el ejemplo de la aterosclerosis, un fenómeno inflamatorio crónico que conduce a la formación de placas en las arterias grandes y medianas. Al principio, las ERO atacan a ciertas proteínas que circulan en la sangre: las LDL (del inglés Low-density lipoproteins – lipoproteínas de baja densidad) y las VLDL (del inglés Very-low-density lipoproteins – lipoproteínas de muy baja densidad). Éstas son proteínas que transportan colesterol con destino a todas las células del cuerpo humano. Cuando éstas son dañadas por las ERO, generan la secreción de mensajeros proinflamatorios y por tanto causan graves problemas al sistema inmunitario. Entonces, unas células especializadas deciden neutralizarlas englutiéndolas: son los macrófagos. Desgraciadamente, en personas que presentan grandes cantidades de LDL y de VLDL (generalmente porque sus aportes de azúcares y de colesterol son demasiado elevados), los macrófagos tienen mucho trabajo. Como hay muchas LDL y VLDL dañadas por las ERO, los macrófagos deben literalmente atiborrarse para lograr engullir a todas. Y rápidamente, ellos mismos contienen cantidades asombrosas de colesterol. Contienen tanto que, en algunos lugares turbulentos de la circulación sanguínea, encallan en las paredes de la capa interna de las arterias y acaban por formar placas muy peligrosas para el organismo (4). Las famosas placas de ateroma .
En otras situaciones patológicas, las proteínas degradadas por las ERO no son destruidas por el organismo y pueden formar agregados que se acumulan en las células y en el compartimento extracelular.
Desgraciadamente, las ERO son especialmente ávidas del ADN (ácido desoxirribonucleico), y especialmente de uno de sus compuestos, la guanina. Y esto ya es otra historia: el ADN no es una molécula que se remplace fácilmente. Es cierto que hay sistemas de reparación, pero la información que tienen estos sistemas está ella misma inscrita en el ADN. Por tanto, a largo plazo, la degradación del ADN por las ERO desajusta numerosos mecanismos fisiológicos y participa directamente e indirectamente en el desarrollo del cáncer y del envejecimiento . Con el tiempo, los sistemas de reparación del ADN fallan, lo que causa cada vez más mutaciones, y cada vez más fallos. Ningún sistema se libra cuando el ADN es atacado.
Esta cadena de destrucción la hemos evidenciado durante el envejecimiento, pero también en prácticamente la totalidad de las enfermedades crónicas. Ésta es la causa directa de varios cánceres, de la aterosclerosis y probablemente de la enfermedad de Alzheimer y de la diabetes.
Nuestras membranas celulares son también los objetivos privilegiados de las ERO. Éstas contienen ácidos grasos indispensables para nuestra salud: las grasas poliinsaturadas (entre las que se encuentran los omega 3). Estos ácidos grasos son los que interesan especialmente a las ERO. Éstos son responsables de la flexibilidad de nuestras membranas, una propiedad capital para asegurar correctamente la transmisión nerviosa y prevenir el deterioro cognitivo. Sin éstos, nuestras membranas se hacen rígidas y las células se encuentran considerablemente disminuidas. Algunas acaban incluso por morir.
Las ERO transforman estos ácidos grasos tan beneficiosos en nuevos productos perjudiciales para varias actividades biológicas (5). Esto se denomina peroxidación lipídica . Es una destrucción progresiva de la membrana celular, y se produce si ningún elemento de defensa la detiene (como un efecto dominó). La defensa de las membranas es precisamente la misión principal de uno de los antioxidantes fabricado por el organismo: la glutatión peroxidasa.
Usted ahora ya lo sabe, cuando nuestros antioxidantes endógenos disminuyen, los antioxígenos de origen alimentario son decisivos. Ésta es la razón por la que el consumo de 5 frutas y verduras al día por lo menos (en realidad habría que hacer mucho más) es importante para todo el mundo, pero todavía más para las personas mayores de 30 años.
Antioxidantes de origen alimentario hay muchos. Pero de todas formas hay 3 que destacan.
La mayoría de los mamíferos son capaces de sintetizar la vitamina C en el hígado o los riñones, pero no el ser humano. Por tanto, debe obtenerla en la alimentación (aproximadamente 100 mg al día como mínimo). La vitamina C es un excelente cazador con trampas de las ERO. Ésta pone fin a la peroxidación lipídica regenerando otro antioxidante capaz de evolucionar en los medios grasos: la vitamina E.
La vitamina E designa en realidad un conjunto de moléculas antioxidantes muy parecidas, los tocoferoles y los tocotrienoles. A éstos les encantan los medios grasos, lo que les permite introducirse en las membranas celulares. El α-tocoferol es el más abundante (aproximadamente 10 mg a través de la alimentación cada día gracias a ciertos aceites vegetales y a ciertas frutas con cáscara) pero parece que el γ-tocoferol es el más eficaz (se le encuentra en el aceite de sésamo).
Quizás usted no lo conoce y sin embargo se trata sin duda del antioxidante más eficaz. Lo produce el organismo naturalmente pero también se encuentra en la alimentación (en pequeñas cantidades en las verduras con hojas como las espinacas).
He aquí cuatro de las propiedades que le hacen totalmente excepcional:
Un organismo de 20 años completamente sano produce suficiente ácido lipoico para satisfacer sus necesidades. Pero un organismo más “maduro”, sobre todo si tiene una enfermedad crónica, de diabetes, de cirrosis o incluso de aterosclerosis (9).
Actualmente, los investigadores multiplican los ensayos clínicos para comprender la extensión de los poderes del ácido alfa lipoico. Ya se sabe que éste combate el estrés oxidativo, este desequilibrio que coloca a las ERO en posición de fuerza. Refuerza a los “soldados” cuyos efectivos vacilan peligrosamente, y esto, con una eficacia notable. Por tanto, es útil en todas las afecciones relacionadas con el estrés oxidativo. Así pues, un estudio ha mostrado los efectos positivos de una ingesta de complementos de ácido alfa lipoico para la pérdida de audición relacionada con la edad (10).
Pero los estudios más recientes muestran que éste puede hacer mucho más.
Hace varias décadas, los investigadores descubrieron que nuestros cromosomas, estos elementos que llevan nuestros genes, se acortaban de manera regular al envejecer. Para evitar que los genes no paguen los gastos de esta anomalía, el organismo ha colocado secuencias de ADN totalmente inútiles en las extremidades. De esta manera, los cromosomas se acortan, pero no desaparece ningún gen. Desgraciadamente, estas secuencias inútiles no son infinitas y tarde o temprano, un primer gen se volatiliza, llevándose con él valiosa información genética. A partir de ese momento, el acortamiento inexorable de los cromosomas provocará la desaparición de numerosos genes y causará importantes disfunciones en las células, y en todo el organismo. Cuando éstas alcanzan este estado, la mayoría de las células se suicidan para evitar la catástrofe. Éste es otro componente del envejecimiento…
En realidad, hay una enzima que añade nuevas secuencias de ADN a las extremidades y que impide el acortamiento de los cromosomas, pero sólo se expresa en ciertas células, especialmente las de un embrión. Esta enzima es la telomerasa. En 2015, unos investigadores mostraron que el ácido alfa lipoico tomado en forma de complemento alimenticio estimulaba la actividad de esta enzima, con efectos positivos observados en animales que padecían aterosclerosis (11).
¡Y eso no es todo! Unos investigadores también han mostrado que el ácido lipoico ayuda a mantener un ritmo circadiano normal (12). Ahora bien, se sabe que este “reloj biológico”, que se desajusta al envejecer, influye en un número insospechado de funciones biológicas como la resistencia al estrés, la función cardiaca, el equilibrio hormonal, el rendimiento muscular, el metabolismo de la glucosa … “ Se ha observado en animales que han recibido complementos con ácido lipoico una mayor capacidad cognitiva y una expresión genética de una centena de genes relacionados con la desintoxicación y con la antioxidación comparable a la de los animales más jóvenes ” explica entusiasmado el profesor Tory Hagen, uno de los autores del estudio. “Cuando más mejoramos nuestra comprensión del reloj biológico, más nos damos cuenta de que éste está implicado en muchos aspectos de la vida ” continúa. “Los ritmos circadianos afectan a un flujo de procesos biológicos críticos: si el ácido lipoico ayuda a resincronizarlo, esto podría suponer una ventaja significativa. ”
Los investigadores continúan explorando los poderes insospechados del ácido alfa lipoico. Con mucha dificultad como para todos los compuestos antioxidantes. El interés de estas sustancias es impedir el desarrollo de patologías relacionadas con el estrés oxidativo y ralentizar el envejecimiento. Ahora bien, es muy difícil evaluar estos efectos en ensayos clínicos generalmente limitados a algunos meses. Una ingesta de complementos de 2, 5 o incluso 10 años puede haber impedido el desarrollo de una patología, ralentizado ciertos signos de envejecimiento o retrasado la aparición de problemas auditivos, pero ¿cómo probarlo, ya que las afecciones han sido evitadas? Y cómo probar que éstas han sido evitadas gracias a esta ingesta de complementos?
En realidad, éste es un poco el mismo problema que tienen los investigadores para probar la toxicidad de ciertos productos perjudiciales como los pesticidas. Estos últimos funcionan exactamente de manera opuesta: aumentan el nivel de las ERO y aceleran la aparición de cánceres y del envejecimiento. Como a veces se necesitan más de 20 años antes de que se manifiesten sus efectos, los investigadores tardan a veces décadas en relacionar los productos y los riesgos. Esta relación de causa y efecto reposa sobre todo en estudios de observación y trabajos de laboratorio: los ensayos clínicos no tienen ninguna utilidad para evaluar el riesgo de estas sustancias (¡quién querría ser el sujeto de una ingesta de complementos de pesticidas durante 30 años?).
Para volver al ácido alfa lipoico, los ensayos clínicos demuestran sobe todos sus efectos cuando la situación es ya dramática, cuando las ERO son omnipresentes, por ejemplo, en el cuadro de la diabetes- También muestran una disminución objetiva indiscutible del nivel de las ERO en las concentraciones plasmáticas y un aumento del nivel de los antioxidantes (13). En cuanto a lo demás, habrá que confiar en los estudios de observación, en los estudios in vitro y en los estudios animales, ya bien provistos.
No nos podemos librar de esto: los complementos de ácido alfa lipoico están fabricados forzosamente en el laboratorio. Este proceso acaba en la síntesis de una mezcla de dos formas de ácido lipoico: la forma R y la forma S. La forma R es exactamente la misma molécula que la fabricada por nuestro organismo. La forma S, en cambio, no es más que una mala copia y además parece totalmente inactiva.
La mayoría de los vendedores proponen complementos que contiene las dos formas, ya que es bastante costoso separarlas. Ahí es donde hay que estar alerta: si la etiqueta indica 200 mg de ácido alfa lipoico, sin más precisiones, esto significa muy probablemente que el complemento contiene las dos formas en cantidades iguales, es decir solamente 100 mg de ácido alfa lipoico. Incluso si la forma S parece inofensiva, es una molécula que no servirá para nada en su organismo. Así que, si usted puede, prefiera complementos que solo contengan ácido R-lipoico como R-Lipoic Acid 100mg (Ácido R-Lipoico) .
Asimismo escoja complementos cuyas dosis por cápsula no sean demasiado elevadas : como la vida útil del ácido lipoico en el organismo es bastante corta (14), es preferible tomar pequeñas cantidades en varias veces. Las dosis de ácido alfa lipoico por vía oral, utilizadas en el marco de los estudios científicos son de 100 a 200 mg, 3 veces al día. En los estudios que han mostrado beneficios (15-21), han sido necesarias varias semanas de tratamiento para notar sus efectos.
También es importante tomarlo fuera de las comidas : ¡los otros nutrientes y micronutrientes reducen mucho su biodisponibilidad! Sin ellos, éste monopoliza dos transportadores principales para atravesar la barrera intestinal y llegar a los diferentes tejidos (22).
Finalmente, último punto importante, el ácido alfa lipoico es muy sensible al calor, a la humedad y a la luz: es indispensable conservarlo en un lugar seco y fresco .
Resumen de los puntos importantes
Ingredientes principales:
Restos y desechos producidos por el sistema:
Trucos:
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