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24-10-2016

Los efectos insospechados del chicle (cuando usted lo elige bien)

Chewing gumLos chicles, durante mucho tiempo limitados a la sección de los caramelos, llevan de ahora en adelante el traje de los productos farmacéuticos. En los envoltorios, las virtudes saludables han tomado la delantera a los gustos y los colores, con la garantía estricta de algunos profesionales de la salud. Entonces ¿hay que ver en ello una oportunidad más para nuestra salud o se trata, de nuevo, de una maniobra hábil de empresarios sin escrúpulos? A continuación le damos las claves para comprender la situación.

Los hombres mastican chicle desde hace más tiempo del que usted se imagina

En 2007, un estudiante de arqueología descubre los restos de un chicle de una antigüedad de 5.000 años. En este chicle, elaborado con la corteza del abedul, se distingue claramente la huella de los dientes de su propietario. Este descubrimiento valida la hipótesis de que los hombres del Neolítico ya masticaban gomas o resinas, pero deja en suspenso sus motivaciones: ¿querían éstos, como lo piensa el profesor Trevor Brown, beneficiarse de las propiedades antisépticas de los fenoles contenidos en la corteza 1? ¿Se habían dado cuenta de algún interés que pueda tener la masticación en la función cognitiva? Todavía seguimos sin saberlo.

No obstante, la versión moderna del chicle nace cerca de 5.000 años más tarde en Estados Unidos. Todo comienza con el exilio del general Santa Anna, uno de los dictadores más virulentos de la historia de México. Cuando huyó del país en 1855, se llevó con él más de 250 kg de chicle, una resina natural del zapote. Con una idea en la cabeza: ¡sustituir el caucho por este producto barato y hacer fortuna! Entonces se asocia con su vecino americano, Thomas Adams, fotógrafo de profesión. Esta idea llega en el momento oportuno: éste también tiene problemas de dinero y le vendría bien reunir unos dólares. Por desgracia, el negocio se estanca, y pronto fracasa. Las propiedades del material no son tan interesantes como pensaban y el general Santa Anna vuelve a su país. Desanimado, Thomas Adams se dispone a tirar la totalidad de sus existencias al rio East, el célebre estrecho de Nueva York. Y de repente, pasa delante de él una niña que sale de la farmacia con un caramelo en la mano. Ese es el elemento detonante. Thomas Adams entra en la oficina y comparte su idea con el farmacéutico: el chicle ha nacido.

El declive progresivo del chicle

Ante el éxito increíble del producto, la resina o goma natural extraída del zapote pronto es sustituida por una resina o goma sintética. Muy rápidamente, la moda, el símbolo de modernidad y de libertad que encarna este producto americano suplanta su potencial terapéutico. Se añaden a éste decenas de productos químicos que mejoran cada vez más su textura, su sabor y sus colores. Estas transformaciones, que tenían el objetivo de desmarcarse de una competencia cada vez más feroz, irán degradando también poco a poco el valor terapéutico del chicle y a relegarlo de una vez por todas a la sección de caramelos.

Cerca de 100 años después de su lanzamiento, el chicle ha conquistado Francia, segundo consumidor después de Estados Unidos. No obstante, desde hace varios años, la tendencia está a punto de cambiar. El mercado está deprimido. Los gigantes de la confitería acusan el golpe. Los productos azucarados se han vuelto indeseables, bajo la presión creciente del “comer de forma saludable”. En 2008, los distribuidores franceses se vieron obligados a repensar sus productos situados delante de la caja, y especialmente a pensar en destacar menos los dulces. Entre las víctimas, los chicles son los más afectados. Hay que decir que éstos ocupan el puesto más alto de las compras compulsivas, para las que los productos colocados delante de la caja son un auténtico punto estratégico.
Los empresarios, al no lograr invertir la tendencia, cambian de rumbo y entonces se vuelven a posicionar en el mercado de la salud, y especialmente en el de la higiene bucodental.
Desgraciadamente, aunque las composiciones mejoran, el giro sigue siendo una fachada en el caso de muchos productos. Y es una pena, ya que las virtudes del chicle ya han sido reconocidas en el ámbito científico 1

Efectos en el rendimiento cognitivo

Corre la voz de que el chicle posiblemente aumenta la inteligencia. Evidentemente, una conexión tal no ha sido probada nunca, pero, en cambio, la investigación ha mostrado que influía mucho en la función cognitiva. En 2015, unos investigadores japoneses han desmenuzado los estudios científicos realizados sobre el tema 2. De los 22 estudios identificados, más de la mitad mostraban un efecto positivo del chicle en la atención y la vigilancia . Un efecto sospechado desde hace siglos y evidenciado por primera vez en 1939 por Hollingworth3, que informaba de que el chicle mejoraba la capacidad de contar productos o de escribir a máquina sin cansarse. Después, el chicle fue adoptado especialmente por los vigilantes nocturnos. Los mecanismos no se han identificado realmente todavía, pero las investigaciones realizadas por medio del electroencefalograma han mostrado un aumento de las ondas beta y de la memoria secundaria o a largo plazo 4.

¿Masticar un chicle en el trabajo permitiría entonces aumentar el rendimiento? Para saberlo, un equipo de investigación irlandés observó a 126 empleados a lo largo del año 20145. La mitad de ellos tenía la instrucción de masticar 10 pastillas de chicle al día, mientras que la otra mitad debía pasar sin éste totalmente. El nivel de cansancio y de rendimiento en el trabajo de los participantes fue evaluado seguidamente con ayuda de un autocuestionario, al comienzo y al final de la jornada. Resultó que masticar un chicle estaba asociado a menos estrés en el trabajo, menos cansancio y menos inatención según los autores del estudio.

Efectos contra el estrés

No es un secreto: cando se expone a los animales a un activador de estrés del que no pueden escaparse, éstos comienzan a adoptar comportamientos particulares, entre los que se encuentran la masticación 6. El hombre no escapa a esa regla. Así es como se explica por qué miles de personas se muerden las uñas, mordisquean objetos, aprietan las mandíbulas o mastican gomas. Y haríamos bien en observar: ¡tienen razón! Las personas que mastican chicles informan habitualmente de que se produce una disminución del estrés 7, 8, incluso de la ansiedad 9. La investigación ha mostrado incluso que esto podría ayudar a las personas que padecen depresión 10.

Todavía no se sabe cómo funciona esto en concreto, pero se va avanzando. Recientemente, un estudio ha mostrado que masticar un chicle cuando se está expuesto a un ruido muy fuerte inhibía la propagación de la información asociada al estrés en el cerebro 11. Al hacer esto, podría prevenir la formación de úlceras de estómago, muy dependientes del nivel de estrés diario 12.

Efectos en la salud bucodental El nuevo argumento de la industria del chicle se basa en la facultad de mejorar la higiene bucodental. ¿Qué hay de verdad en ello?

En primer lugar hay que subrayar que el hecho de masticar una goma estimula sin duda la producción de saliva. Según la ADA, una asociación reputada de dentistas de Estados Unidos, ello permitiría:
    - Neutralizar los ácidos de la placa dental, causados por la fermentación de los azúcares por las bacterias. Estos ácidos atacan progresivamente el esmalte del diente y crean las condiciones favorables para la aparición de una caries.
    - Aumentar la concentración de calcio y de fosfatos en la boca, lo que favorece la remineralizacion del esmalte. Ésta es también la razón por la que algunas gomas de mascar contienen flúor.
Para la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria, habría que masticar de 2 a 3 g de goma (es decir, el equivalente de un chicle) durante 20 minutos y eso, alrededor de tres veces al día después de las comidas para obtener un efecto significativo en la higiene bucodental.

Es importante precisar que sin embargo esto no sustituye el lavado de dientes y el uso de hilo dental. Para la Unión Francesa para la Salud Bucodental, no por ello deja de ser menos cierto que el chicle, cuando se escoge sin azúcar y sin edulcorantes peligrosos, es un medio eficaz de luchar contra las caries cuando el lavado de dientes es poco accesible (por ejemplo en el trabajo).

Elegir bien su chicle

En resumen, el chicle según lo anterior tiene efectos beneficiosos respecto a la atención, el estrés y la salud bucodental… ¡a condición de elegir bien su chicle! Para ello, lo mejor es elegir una goma o resina natural (como el chicle de goma de almáciga (Mastic Gum), que consiste generalmente en una resina sacada del pistachero lentisco. Esto evita masticar decenas de productos químicos sintéticos. Evidentemente es preciso asegurarse de que no contenga azúcar, ni aspartamo, del que se sospecha que favorece el cáncer y los partos prematuros. Para sustituirlos, los mejores productos contienen xilitol, sorbitol o manitol, edulcorantes reputados anti-caries. Finalmente, lo ideal es que contenga un aceite esencial antibacteriano , lo que permite reforzar los efectos de la masticación en la higiene bucodental.

Un último consejo: no tire descuidadamente su chicle al suelo, ¡si no quiere correr el riesgo de agravar un problema de contaminación que por sí solo cuesta 6 millones de euros al año a la ciudad de Londres! (En efecto, nuestros chicles perduran en el asfalto gracias a su composición, que incluye más de 100 elementos químicos diferentes alrededor de una larga estructura carbonada (algo así como la que se puede encontrar en el petróleo o en los plásticos). Retirar los chicles incrustados, con ayuda de extintores (por criogenización) o con aparatos tipo Karcher resulta laborioso y costoso: ¡la ciudad de Londres gasta ella sola 6 millones de euros al año para cubrir sus pequeñas manchas blanquecinas! Así que un consejo: guarde el papel del envoltorio para tirar el chicle usado y todo el mundo saldrá ganando.)


Références

1. Andrew P. Allen and Andrew P. Smith, Chewing Gum: Cognitive Performance, Mood, Well-Being, and Associated Physiology, Hindawi Publishing Corporation BioMed Research International Volume 2015, Article ID 654806, 16 pages.
2. Yoshiyuki Hirano and Minoru Onozuka, Chewing and Attention: A Positive Effect on Sustained Attention, BioMed Research International, Volume 2015 (2015), Article ID 367026, p1-6.
3. H. L. Hollingworth, “Chewing as a technique of relaxation,” Science, vol. 90, no. 2339, pp. 385–387, 1939.
4. L. Wilkinson, A. Scholey, and K. Wesnes, “Chewing gum selectively improves aspects of memory in healthy volunteers,” Appetite, vol. 38, no. 3, pp. 235–236, 2002.
5. Andrew P. Allen and Andrew P. Smith "Chewing Gum: Cognitive Performance, Mood, Well-Being, and Associated Physiology" Hindawi Publishing Corporation BioMed Research, International Volume 2015, Article ID 654806, 16 pages.
6. C. W. Berridge, R. A. Espana, and T. A. Stalnaker, “Stress and coping: lateralization of dopamine systems projecting to the prefrontal cortex,” in Brain Asymmetry, K. Hugdahl and R. J. Davidson, Eds., pp. 69–104, MIT Press, Cambridge, Mass, USA, 2nd edition, 2002.
7. A. P. Smith, “Chewing gum, stress and health,” Stress and Health, vol. 25, no. 5, pp. 445–451, 2009.
8. A. Smith, “Effects of chewing gum on stress and health: a replication and investigation of dose-response,” Stress and Health, vol. 29, no. 2, pp. 172–174, 2013.
9. K. Sketchley-Kaye, R. Jenks, C. Miles, and A. J. Johnson, “Chewing gum modifies state anxiety and alertness under conditions of social stress,” Nutritional Neuroscience, vol. 14, no. 6, pp. 237–242, 2011.
10. F. M. Erbay, N. Aydin, and T. Sati-Kirkan, “Chewing gum may be an effective complementary therapy in patients with mild to moderate depression,” Appetite, vol. 65, pp. 31–34, 2013.
11. H. Yu, X. Chen, J. Liu, and X. Zhou, “Gum chewing inhibits the sensory processing and the propagation of stress-related information in a brain network,” PLoS ONE, vol. 8, no. 4, Article ID e57111, 2013.
12. G. P. Vincent, W. P. Pare, J. E. D. Prenatt, and G. B. Glavin, “Aggression, body temperature, and stress ulcer,” Physiology and Behavior, vol. 32, no. 2, pp. 265–268, 1984.
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