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26-09-2018

Deterioro cognitivo: ¿Cómo escapar al infierno del envejecimiento cerebral?

pérdida cognitiva

Se explica a la gente cada vez más que el deterioro cognitivo no es normal y que no hay que asociar sistemáticamente el “envejecimiento” con la “pérdida cognitiva”. Desgraciadamente, siento anunciarle que esta nueva tendencia no es más que un engaño.
Los miles de estudios que tratan sobre el envejecimiento cognitivo validan unánimemente la teoría de que la edad tiene un efecto pernicioso en el rendimiento cognitivo1, y especialmente en la memoria2. Este deterioro comienza a partir de la cincuentena, sea cual sea el estado de salud de la persona. Evidentemente, cuando se sabe que se va a vivir probablemente hasta los 130 años en algunas decenas de años, eso nos hace reflexionar. ¿Se imagina usted vivir 80 años de su vida de 130 con sus capacidades disminuidas?
Actualmente, es difícil identificar y clasificar los trastornos cognitivos asociados a la edad. Según un estudio francés reciente 3, el 60,8 % de las personas mayores sienten el deterioro cognitivo a través de los trastornos de la memoria, pero solamente el 15,5 % hablan de ello a su médico general.
¿A partir de cuándo se puede hablar de un deterioro cognitivo normal? ¿Dónde se pone el límite con el deterioro patológico? Con el tiempo, se asiste impotente a la instalación progresiva de un gran número de disfunciones poco importantes, cerebrales o no, y cuya incidencia aumenta con la edad. Estas últimas no tienen nada de patológico: sobrevienen junto con el envejecimiento normal del individuo. Así, diversos trabajos informan de una actividad menor del córtex prefrontal, implicada en la codificación y el procesamiento de la información de la memoria. La actividad cerebral se reorganiza 4, se adapta a pesar del envejecimiento de los tejidos y de los órganos sensoriales, lo que dificulta indirectamente la eficiencia de la memorización. A menudo, estas alteraciones no son las únicas que explican posibles trastornos cognitivos: las personas mayores de 65 años como media son el objeto de una docena de recetas al año, especialmente psicotrópicos, cuyo efecto sobre el rendimiento cognitivo está perfectamente demostrado. 5.

¿Se trata de un deterioro generalizado o selectivo? ¿Se modifican ciertas funciones antes que otras, o más que otras?

Cuando se habla de un deterioro cognitivo asociado a la edad, se piensa evidentemente de inmediato en la memoria. Auténtica obra maestra del funcionamiento cognitivo, ésta es especialmente sensible a los efectos de la edad y cada uno de nosotros ya ha tenido ocasión de darse cuenta de esto en su entorno. Según algunos autores 7, el efecto de la edad reduce las capacidades de almacenamiento de esta memoria. Para otros, éste afecta sobre todo a las capacidades de atención, indispensables para las operaciones de almacenamiento de la información 8. Sea lo que sea, no todos los tipos de memoria están afectados de la misma manera.
La memoria episódica a largo plazo parece ser la más afectada. Uno se acuerda bien de los hechos, pero olvida el contexto en el que éstos se retuvieron. Por ejemplo, uno no tendrá ningún problema en acordarse del invierno especialmente duro en el que cayeron 2 metros de nieve, pero será difícil acordarse del año exacto, de qué es lo que hacía en ese año y con quién. Este tipo de déficit abre la vía a los recuerdos ilusorios : las personas mayores son especialmente vulnerables a las distorsiones de la memoria.
Otros tipos de memoria están especialmente afectados: la memoria prospectiva y la memoria de trabajo. La memoria prospectiva es la capacidad que tenemos para «no olvidar acordarse» de realizar una acción premeditada. Esta pérdida explica la utilización creciente de cuadernos de notas como agendas o calendarios anotados. La memoria de trabajo es la capacidad de mantener una información en la memoria durante un corto periodo de tiempo después de su presentación. Es una capacidad fundamental para la mayoría de las actividades de la vida cotidiana: seguir una conversación, retener un número de teléfono o una dirección …
Además de la memoria, se alteran diversas capacidades cognitivas, como las capacidades de flexibilidad. Las personas mayores son menos aptas para pasar rápidamente de un concepto al otro, a cambiar de referencia o de criterios. Este cambio es el que explica por qué las personas mayores a veces tienen dificultades con los paradigmas y los modos de pensamiento modernos, como la utilización de internet o la comunicación digital.
Finalmente, a medida que avanza la edad, se nota un aumento del tiempo necesario para el procesamiento de la información. No hay duda de que se produce una disminución global de las capacidades cognitivas, que ha sido identificada y medida en muchos rendimientos. También se ha evidenciado una disminución progresiva de la atención. En cambio, la organización y la manipulación de los conceptos, al igual que el lenguaje, parecen más preservados por la edad, lo que no sucede en los casos de envejecimiento patológico (enfermedad de Alzheimer, demencia senil)…

¿A qué se debe este deterioro?

Los trastornos cognitivos asociados a la edad se convierten en “normales” a partir de una cierta edad, pero no todo el mundo se ve afectado de la misma manera: hay quienes sienten los efectos muy pronto en su vida cotidiana, los que tienen durante mucho tiempo la impresión de pasar entre las mallas de la red y los que se lamentan sin cesa de las pérdidas que ellos han identificado. ¿Cómo explicar estas importantes diferencias?
El envejecimiento del organismo es un fenómeno natural, pero está más o menos marcado según diversos factores. Los factores genéticos desempeñan una función evidente, pero al contrario de lo que se pudiera prensar, son las causas medioambientales las que son la causa principal. Falta de actividad física, consumo de tabaco, poca estimulación intelectual y estrés crónico son elementos que precipitan el deterioro cognitivo. Pero, de todos, la alimentación desempeña probablemente la función más importante. Volveremos a esto en el párrafo próximo. Sea lo que fuere, estos factores agravan la agresión o el estrés oxidativo causa del envejecimiento celular y están implicados en el deterioro cognitivo normal en el curso del cual se nota invariablemente una pérdida neuronal de diversas regiones. Finalmente, hay que saber que las variables que actúan en la cognición pueden también ser de origen afectivo. Las manifestaciones deficitarias de la memoria y de la atención no pueden disociarse de esta dinámica. Algunas personas se focalizarán en las pérdidas experimentadas (pérdida de sí mismo, perdida de funciones, pérdida de objetos…) y pondrán en marcha un proceso de duelo, del que es bien conocido que tiene como corolario la depresión. El envejecimiento se acompaña así muy a menudo de un síntoma depresivo cuyos efectos sobre la memoria son especialmente nefastos 6.

¿Es posible impedir o frenar este deterioro?

Entre los factores medioambientales que condicionan el envejecimiento cerebral, la nutrición aparece como un elemento clave en la prevención del deterioro cognitivo. Ésta es sobre todo un un factor controlable por quien decida cuidar sus facultades mentales. Hay muchos estudios que subrayan la asociación entre nutrición y envejecimiento del cerebro 11, 12. Eso es todo menos una sorpresa en la medida en que el cerebro no funciona correctamente más que cuando está “alimentado” de manera óptima. No hay ningún órgano que dependa más de sus aportes nutritivos que el sistema nervioso. Los micronutrientes especialmente desempeñan una función capital en la neuroprotección y la prevención del deterioro de las funciones cognitivas.

A partir de ahora, todos sabemos que el funcionamiento normal del organismo libera especies reactivas de oxígeno que “atacan” al organismo y provocan su envejecimiento: es el famoso estrés oxidativo. En cambio, muy poca gente sabe que este estrés oxidativo aumenta considerablemente con la edad, por causa de un déficit progresivo de antioxidantes endógenos (es decir producidos en el organismo). Dicho de otra manera, cuanto más aumenta la edad, más se intensifica el sistema responsable del envejecimiento. Este fenómeno está especialmente bien documentado, especialmente en las personas mayores de 70 años 12.

Para combatir el estrés oxidativo, se recomienda a todos consumir la mayor cantidad de frutas y verduras frescas posibles. Pero en las personas mayores, la ironía es que además de aumentar el estrés oxidativo, los aportes de antioxidantes alimenticios disminuyen considerablemente. Este desequilibrio es catastrófico para el cerebro, especialmente vulnerable al estrés oxidativo (por el hecho de la importancia de sus necesidades de oxígeno) y lleva lógicamente a un deterioro sin control. 13-15.
Las pérdidas de gusto, la falta de actividad física, la disminución del metabolismo de base, la depresión o incluso el aislamiento son la causa de esta disminución espectacular de aportes. Sin embargo, restablecer un estado nutricional de micronutrientes antioxidantes es indispensable para combatir el deterioro cognitivo que nos acecha a todos. ¿Pero qué hacer para lograrlo? Se imponen dos soluciones: en primer lugar, recuperar un apetito seguro volviendo a realizar una actividad física, actividades sociales y cocinando platos gustosos y apetecibles ricos en antioxidantes. A continuación, decidir tomar suplementos de nutrientes y micronutrientes por medio de comprimidos concentrados en antioxidantes. Este segundo punto es importante porque las modificaciones fisiológicas del tracto gastrointestinal y el impacto de las patologías crónicas a menudo perturban la absorción y la biodisponibilidad de los micronutrientes.

Entre estos micronutrientes, algunos parecen por otra parte privilegiados como neuroprotectores del cerebro 16.
    - El zinc es, junto con el hierro, el oligoelemento más concentrado en el cerebro, principalmente en el córtex cerebral, una región de desempeña una función clave en el aprendizaje y la memoria. Contribuye a la estructura y al funcionamiento cerebral. Los déficits en zinc provocan inmediatamente alteraciones cognitivas y constituyen un factor identificado del deterioro cognitivo y de los procesos neurodegenerativos. Muchos autores informan de que el 44 % de los adultos mayores de 70 años tienen aportes inadecuados de zinc18-20.
    - El selenio tiene fama por sus propiedades antioxidantes muy conocidas. Unos trabajos recientes han demostrado la implicación del selenio en el funcionamiento del cerebro y su impacto en el estado de ánimo.
    - Dos vitaminas intervienen especialmente en la defensa antioxidante: la vitamina C y la vitamina E liposoluble. Juntas, éstas tienen un efecto antioxidante sinérgico, especialmente en el cerebro. Desgraciadamente, los alimentos más ricos en estas vitaminas son a menudo los menos consumidos por las personas mayores…
El zinc, el selenio, la vitamina C y la vitamina E son los micronutrientes que tienen la prevalencia de déficits más importante 21-22. Son éstos también los que están en una mejor posición para frenar el deterioro cognitivo. Una de las formas de beneficiarse rápidamente de éstos y sin esperar a reorganizar en profundidad su modo de vida (¡sin embargo una etapa indispensable!) es recurrir a los suplementos. Usted encontrará fácilmente productos naturales que contienen éstos micronutrientes, pero también puede elegir fórmulas que contienen el conjunto de estos micronutrientes, como la muy apreciada Daily 3.
A partir de ahora, usted no podrá ya decir que no pudo hacer nada ante el deterioro cognitivo…


Bibliografía

1. Salthouse TA. Theorical perspectives and cognitive a ging, Hillsdale, NJ : Lawrence Erlbaum Associates Ltd, U.K. 1991 .
2. Van der Linden M & Huppet M. Le vieillissement cognitif. P.U.F., Paris 1994.
3. Dartigues JF, Fabrigoule C, Letenneur L, Amieva H, Thiessard F, Orgogozzo JM. Épidémiologie des troubles de la mémoire. Thérapie 1997 ; 52: 503-6.
4. Nyberg L, Winocur G, Moscovitch M. Correlation between frontal lobe functions and explicit and implicit stem completion in healthy elderly. N e u r o p s y c h o l o g y 19 97 ; 11: 70 – 6
5. Goldberg TE, Weinberger DR ; Thought disorder, working memory and attention: interrelationships and the effects of neuroleptic medications. Int Clin P s y c h o p h a r m a c o l 1995 ; 10 Suppl 3:99-10 4
6. Danion JM. Troubles de la mémoire et dépression. In: Mémoire explicite, mémoire implicite et pathologi e s psychiatriques. Danion JM, Van der Linden M, Nicolas S, Peretti S, Sellal F Eds, Masson, Paris, 1993 ; 141- 71
7. Salthouse TA, Babcok RL. Decomposing adult age differences in working memory. Devel Psychol 19 91 ; 27: 76 3 – 76
8. Van der Linden M, Brédart S, Beerten A. Age-related differences in updating working memory. Br J Psychol 1994 ; 8 5: 14 5 - 52
9. Spencer WD, Raz N. Differenrial effects of aging on memory for contain and context: a meta-analysis. Psychol Aging 1994 ; 4: 527- 39
10. Hartley AA. Attention. In : The Handbook of Aging and Cognition. Craik FIM, Salthouse TA, (Eds). Hillsdale, N.J.: Lauwrence Erlbaum Associates 1992 : 3 – 50
11. Meydani M. Antioxidants and cognitive functions. Nutr Rev. 2001;59/8, S75-S82. Euronut Seneca. Nutrition and the elderly in Europe. Eur J Clin Nutr. 1991;45(suppl 3):1-185.
12. Roussel AM, Ferry M. Stress oxydant et vieillissement. Nutr Clin Metab. 2002;16:285-292
13. Berr C, Balansard B, Arnaud J, Roussel AM, Alperovitch A. Cognitive decline is associated with systemic oxidative stress: the EVA study. JAGS. 2000;48(10):1285-91.
14. Calvaresi E, Bryan JB. Vitamins, cognition and aging: a review. J Gerontol B Psychol Sci Soc. 2001;56:328-39.
15. Hughes DA. Dietary carotenoids and human immune function. Nutrition. 2002;17:823-7.
16. McDaniel MA, Maier SF, Einstein GO. “Brain-specific? nutrients: A memory cure? Psychol Sci Public Interest. 2002;3:12-38.
17. Cuajungco MP, Fagat KY. Zinc takes the center stage: its paradoxical role in Alzheimer's disease. Brain Res. 2003 Jan;41(1):44-56.
18. Blumberg J. Nutritional needs of seniors. J Am Coll Nutr. 1997;16:517-23.
19. McClain CJ, McClain M, Barve S, Boosalis MG. Trace metals and the elderly. Clin Geriat Med. 2002;18: 801-8. 38.
20. Briefel RR, Bialostosky K, Kennedy-Stephanson J, McDowell MA, Ervin RB, Wright JD. Zinc intake of the U.S. population: findings from the third National Health and Nutrition Examination Survey, 1988-1994. J Nutr. 2000;130(5S Suppl):1367S-73S.
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